Rosario Moreno Montalvo

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Aquí van pequeños apuntes de M. Carmen.
Textos más largos aparecen en la página.


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 Celebramos el 125 aniversario de la Fundación de la Congregación. Lo vamos a vivir subiendo al menos TRES ESCALONES: LOS ESCALONES DE LA SANTIDAD, propuestos por M. Carmen Sallés.
                   Escuchemos primero unas palabras de M. Carmen en la carta del 15 de octubre, de 1.900. Humillémonos y obedezcamos, conformémonos con el querer de Dios ¡qué tres puntos de apoyo para subir la escala de la perfección! Porque es humilde quien reconociendo ser miserable criatura, no ve en sí más que imperfecciones y peligros y teme, con temor santo, hacerse indigna de su Dios y Creador... Es obediente quien, acatando los altos juicios del Omnipotente, sabe caer de rodillas y considerarse dichosa y feliz sujetándose a la voluntad de quienes, por ser mis superiores y estar en lugar mismo de Dios, la ejercitarán y como consecuencia de este modo de obrar, nacerá la conformidad con la voluntad de Dios…”.
                   M. Carmen explica un poco qué entiende por cada uno de estos escalones, pero queremos profundizar en ellos.


VOSOTROS SON MI CARTA…USTEDES SON MI CARTA
Queridos jóvenes:
En los días de cumpleaños se escriben tarjetas o cartas… (Como ésta es un poco más larga, me quedo con la tarjeta para no cansaros).
¿Qué les digo? Que USTEDES SON MI CARTA. Son la carta que yo he escrito en su corazón. Algunos llevan años, otros meses y otros apenas días en esta su casa, no importa. Lo que verdaderamente importa es la carta que llevan escrita en el corazón. Lleven por lo menos tres palabras:
GRACIAS… DISCULPA… ERES IMPORTANTE PARA MÍ (me importas mucho)
1. GRACIAS por estar en mi casa, -en “su casa “como decís por aquí-, es la casa de María Inmaculada y en esta carta seguro que la MADRE común ha ido escribiendo alguna palabra en su corazón. Ojalá haya escrito las 4 palabras que María dijo en su vida y las recoge el Evangelio. Apenas 4 palabras.
  1. SI (a lo que Dios quiera de mí); 
  2. Magníficat, que significa ALABO A DIOS por lo que ha hecho en mí.
  3. ¿Por qué ha hecho eso, Hijo? (LOS PORQUÉS de tu vida, que supongo que los llevas y te van a acompañar siempre)
  4. Haced lo que Él os diga (lo que Te diga Jesús. Por eso le tienes que escuchar siempre)
2. DISCULPA, PERDON: es la segunda palabra que espero lleves en esta carta escrita en tu corazón. Perdona si no he llegado lo suficiente a ti y a tus problemas, perdona si no hemos logrado entendernos, perdona si algo no hice bien, pero que sepas que… y ya viene la tercera palabra:
3. ERES IMPORTANTE PARA MÍ. Sí, me importas. Yo vine a abrir este Colegio por ti. No pienses que sólo has venido tú. Yo estaba delante invitándote, porque me IMPORTAS, porque TE QUIERO… porque quiero dejar en tu corazón mi amor y mi amistad. Quiero tomarte de la mano y enseñarte a volar, sacar de ti todo lo que llevas escondido en tu interior, porque quiero que seas Feliz.
NO olvides las tres palabras de ESTA TARJETA: GRACIAS… DISCULPA… ME IMPORTAS.
Y se resumen todavía más. NO OLVIDES QUE TE QUIERO
CARMEN SALLES


EL PERDÓN EN M. CARMEN PONER HOY LA OTRA MEJILLA
(Sentido del perdón.)
 
Motivo de interés:
Empiezo con otra pregunta: ¿hablar hoy del perdón? Sin duda no es un tema que atraiga a primera vista. Y ¿cómo hacerlo? Tampoco es fácil. Y, sin embargo, tras pensar un rato en el tema me he puesto a sacar del "baúl lo nuevo y lo antiguo " como diría Jesús. Y es que...en el fondo (el perdón es un tema que me interesa especialmente! Por muchos motivos.
1º: Es quizás el aspecto más significativo del amor cristiano: Perdonar incluso al enemigo.
2º Lo he aprendido de mi madre de la tierra; de palabra y, sobre todo, de hechos, que "hay que perdonar siempre y olvidar"...
3º Porque es una virtud muy característica de M. Carmen Sallés y que me ha atraído siempre de forma especial. También supo del perdón. Perdonó hasta límites insospechados y nos dejó un ejemplo de perdón digno de imitar y…
4º Porque creo que, siendo una virtud tan importante en la vida y en la convivencia humana y tan sustancial al Cristianismo... (No es un valor que se cotice en la bolsa de valores de nuestra sociedad del S. XXI. Todos los sabemos) ¿verdad?
 
Estos y otros motivos, me han llevado a pensar algo sobre EL PERDÓN. Pero, aquí viene la segunda parte ¿qué digo? Porque la creo esencial para la vida y la convivencia. Pero  ¡que decir a un joven de hoy - o a un adulto, es igual- sobre el sentido cristiano del perdón. Estos días, al escuchar algunas declaraciones del nuevo premio Nóbel de Literatura decía algo así como que Jesucristo no me puede pedir que ame a todos, ni que ponga la "otra mejilla"... lo más que puede pedirme es que respete a todos"...Lo dejo sin comentar, pero es un testimonio más de la moral que circula por nuestro mundo...
Partamos de la experiencia:
Si hay que empezar, comienzo con una pregunta- evaluación previa, dicen los técnicos-: ¿Qué idea tienes tú del perdón? Mejor ¿qué experiencia tienes de él: de perdonar y ser perdonado? Y arranco de aquí. Sólo si has vivido esta experiencia y la has asimilado, me comprenderás, sino...pasa la página. Sí. Sólo quien se ha sentido perdonado, sabe lo que es el perdón, como sólo quien ha experimentado el amor, sabrá amar. (No lo olvides: sólo se sabe lo que se experimenta). Y otra pregunta: ¿Has leído en el Evangelio alguna página sobre el perdón? Si tuviera que elegir una, me quedaría con Lc. 15. Ya lo sabes; son las parábolas de la misericordia. Y la joya de ellas la del Hijo Pródigo o el Padre misericordioso.
Pero aquí se nos invita a tomar el texto: "Si uno te pega en la mejilla derecha, pon la izquierda". La experiencia me dice que si uno escucha de verdad estas palabras, cambia la cara, como diciendo: "venga ya, cambia el rollo".
 
Invitación a mirar:
 Bueno, pues si quieres seguir te invito a hacer dos cosas:
1º: Mira a Jesús: Sí. Estas palabras no son un mandato, sin más. Son una invitación a mirar a Jesús. Nos está hablando -en el sermón del Monte- no de un código de leyes, ni siquiera de una moral, sino ante todo nos está diciendo: "Miradme a Mí". Yo soy éste: A mí me han insultado, escupido, abofeteado,... y mirad mi respuesta: "Si he faltado en algo, dímelo, pero si he hablado como debía ¿por qué me pegas? (Contesta a un soldado de la guardia de Anás, cuando es abofeteado). Jesús no calla como una víctima indefensa. El se humillaba voluntariamente. He aquí la clave: El perdón no es de personas débiles, indefensas, de baja autoestima, acomplejadas... No. Es un gesto voluntario y de total libertad, de quien sabe que la violencia sólo engendra violencia y que el perdón rompe la cadena de la violencia.
2º: Y miremos a M. Carmen: También fue calumniada, despreciada y olvidada... (Te contaría varios casos), y de sus labios jamás se oyó un reproche, ni siquiera una defensa legítima. Es más, mandaba callar cuando alguien quería salir en su defensa.
 
Yo no soy como ellos...:
Seguro que estás diciendo: todo esto es bonito, pero Jesús es Jesús y los santos, santos. Yo no soy como ellos. Esto supera mis fuerzas. Te contesto: Es verdad que por nuestras solas fuerzas no podemos, pero por eso necesitamos también dos cosas:
1º Haber experimentado el perdón en la vida: piensa las veces que has sido perdonado incondicional y gratuitamente...
2º. Tratar a Jesús en la oración, porque sólo El puede ir cambiando nuestro corazón y lo va haciendo por su Espíritu.

Un regalo: ACROSTICO DEL PERDON
Si has llegado hasta aquí, te voy a regalar el ACRÓSTICO DEL PERDÓN por si quieres tomar algún ingrediente de este plato fuerte en cristiano. Traduciría el CANTO AL AMOR DE 1ª Cor. 13 por El canto al Perdón y diría: “EL Perdón es PACIENTE... es EDUCADO y Elegante... es RAPIDO... es DELICADO... OLVIDA la ofensa y es NUEVO siempre.
¿Sale el Acróstico?
  • 1º EL PERDÓN SE EMPIEZA POR P DE PACIENTE: ¿Hasta cuántas veces tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?- le dijo Pedro a Jesús en una proeza de generosidad... "Hasta 70 veces 7, es decir SIEMPRE, porque 7 es el número de la plenitud.
  • 2º PERDÖN continúa con E de EDUCADO o si te gusta más de ELEGANTE ¿qué significa? Pues que se da con discreción, sin darse importancia. Fíjate de nuevo en Jesús: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen". Así se perdona: disculpando, no echando en cara la ofensa, sino quitando importancia
  • 3º La tercera letra es la R de RAPIDO. Sí. Hay que hacerlo pronto, no sea que la ofensa anide en el corazón y nos vaya haciendo rencorosos. (Esto no, por favor). Dios, que no tiene tiempo, aparece siempre en la Biblia perdonando con rapidez; Recuerda que no le deja terminar la confesión de su pecado el hijo pródigo. Es que (ya le había perdonado!
  • 4º. La cuarta es una D de DELICADO. El perdonar se debe de hacer como de puntillas, sin hacerse publicidad. Acuérdate de las palabras del Evangelio, que al hacer el bien "no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha". El quiere que hagamos el bien en silencio.
  • 5º Y la 5ª letra es la O de OLVIDAR. El perdón de verdad es el que olvida la ofensa. (Qué mal suena aquello de "perdono pero no olvido". Desde luego no suena a perdón cristiano. )  ¿no sabías que Dios no tiene ordenador? El no guarda memoria, ni archivos. No se acuerda de la ofensa pasada... Sólo sabe del presente.
  • 6º Y por último: la palabra final no podía ser otra: N de NUEVO. El Perdón es siempre NUEVO y hace Nuevas a las personas, es una Nueva Creación. Sólo si lo has experimentado me darás la razón.
Y ahora ¿qué? Revive tu experiencia. Si es así verás que lo que he intentado decirte, ya lo sabías: sólo he intentado ser un recordatorio de lo que sabes y de la mano de M. Carmen que vivió esto de forma tan natural que al final de su vida que estas fueron sus últimas palabras: "Yo por mi parte, a todas bendigo y perdono"
 
Así terminó Jesús... así acabó su vida M. Carmen y tantos grandes hombres y mujeres que aunque no están canonizados nos han dejado una rica herencia... ¿No será este el camino verdadero? En este camino estamos nosotros. ¡Animo y adelante! Hasta siempre.
 
MARÍA INMACULADA EN LA VIDA DE M. CARMEN 
Y EN LA VIDA CONCEPCIONISTA 

 
UN POCO DE HISTORI
M. Carmen nace en una familia que ama profundamente a María. Su padre era terciario franciscano y la familia franciscana se honra en haber sido la que más colaboró a la proclamación del dogma y tiene a la Inmaculada por patrona. Su madre fue educada en la Orden de nuestra Señora, en Manresa, en la que sin duda recibió una formación basada en la espiritualidad mariana que esta Orden profesa. Es además, terciaria carmelita y nos dicen los hermanos de M. Carmen que los sábados se honraba especialmente a María participando en la Misa y con otros actos especiales.
En la infancia de Carmeta se dan importantes premoniciones de lo que sería después su vida: nace en el año 1848 y a los seis años – 1854- tiene lugar la definición dogmática de la Inmaculada Concepción. Carmen, sin duda viviría intensamente las celebraciones que se repitieron en pueblos y ciudades de España.
En el año 1858 tienen lugar las apariciones de Lourdes, a una niña casi de su edad, y la imagen de la Señora vestida de blanco y azul se quedaría sin duda grabada en su memoria. En ese año peregrina también a Montserrat y parece que allí a los pies de la Moreneta siente su vocación religiosa, pues pasados muchos años así lo refirió a alguna religiosa. Ese mismo año se acerca a recibir la Primera Comunión y lo hace vestida de blanco y azul, colores de las imágenes y pinturas de la Inmaculada entonces. Todos estos recuerdos sin duda que permanecen muy vivos en la memoria de Carmeta.
En sus años de adolescente y juventud se hace catequista de sus hermanos a los que enseña la Doctrina Cristiana y el amor y devoción a María a través de estampas. También dirige un grupo de Hijas de María. Parece que frecuentaba las visitas al Santísimo y las capillas de la Inmaculada, de la Virgen del Carmen y de la Virgen de la Merced, en las iglesias de la ciudad.
Ya en la vida religiosa adoratriz se encuentra de lleno con la imagen de la Inmaculada en la Capilla y toma contacto con el carisma de estas religiosas que es rescatar del mal a las jóvenes caídas. Tras muchos meses de oración y discernimiento intuye allí que, como en la Inmaculada, “es mejor prevenir que curar“. Busca una Congregación de Enseñanza y la encuentra en las Dominicas de la Anunciata, que por entonces iniciaba su caminar. Quería ante todo educar a niños, mejor que reeducar a los adultos. Intuye que es una forma de aplicar la redención preventiva que ha contemplado en la Inmaculada.
Dios la estaba dando un carisma al servicio de una misión, como antes había hecho con los profetas del Antiguo Testamento y con María, aunque quizá Carmen no se percatara de ello. No le esperaba una vida fácil. Tenía que vivir muy cerca del misterio y no tener miedo de él. Dios normalmente se manifiesta en la propia historia y no fuerza la libertad de la persona sino que quiere la aceptación libre del don.
Carmen va viviendo la vida siendo consciente de todo. Pasa 22 años de dominica educando a niñas y jóvenes, cercana a la realidad que la toca vivir, asumiendo las contrariedades de la vida, con sus luces y sombras, y tratando de dar respuesta  a lo que Dios iba poniendo en su corazón. Tras una larga tormenta vivida dentro y fuera de su corazón, tiene que abandonar la Congregación Dominica. Pero es mucha la experiencia que lleva y, a los pocos meses de salir y comenzar la vida concepcionista, redacta las Constituciones. Tiene claro el carisma y la espiritualidad que quiere que vivan los que un día formen parte de esta Familia Concepcionista, porque en este libro traduce y transmite la influencia que María Inmaculada ha tenido en su vida y, a través de Ella, con cada una de las tres personas de la Trinidad.
El Proyecto de vida del laico concepcionista recoge algunas ideas tomadas del IV consultor en el proceso de beatificación de M. Carmen, quien hizo una  apretada síntesis de su vida y espiritualidad con estas palabras: “M. Carmen sintió sobre sí el dulce peso del amor gratuito y la misericordia infinita de Dios, que la llenó del gozo del Espíritu y la hacía desbordarse en acción de gracias. La gratuidad del amor de Dios la estimuló a corresponder con generosidad a este amor divino recibido y descubierto como historia de salvación a lo largo de su vida, e hizo de la fidelidad a la voluntad de Dios  principio unificador de su existencia”.
Podemos intuir que todo esto lo vivió M. Carmen a través de la contemplación de María Inmaculada. ¿Qué imagen nos pone para pensar en ello? Quizá aquella en la que coloca a María Inmaculada en el centro del jardín y que recoge la carta del 30 de Mayo de 1909.  El jardín del que nos habla es el lugar de encuentro e intimidad con Dios y también el lugar de misión. ¡Y en medio está María Inmaculada!
María, como M. Carmen, se siente amada por el Padre: ¿Quien es María Inmaculada sino el fruto de una Bendición del Padre? M. Carmen nos habla de que “hemos sido bendecidas” y de que “nuestra Congregación ha venido a ser tierra de bendición”. Y nosotros, como Pablo, podríamos parafrasear: “Hemos sido bendecidos en María”.
La Inmaculada está en el medio del Jardín porque Ella es el primer fruto de la redención, nace en el Huerto-Jardín, el Calvario, de donde brotan todos los Frutos de la Salvación. Allí debía de estar como la primera redimida. Nos dicen las crónicas que a los pies del crucifijo, contempló y bebió M. Carmen el carisma concepcionista. María y M. Carmen pueden decir, y con ellas también nosotros, con el apóstol Pablo: “Me amó y se entregó por mí”.
Y todo esto es obra del Espíritu en María y en Carmen Sallés. Sabemos que es el mismo Espíritu que “se ha derramado en nuestros corazones” el que nos da un estilo específico de santificación y apostolado al vivir este carisma. Vivimos del mismo carisma, que es la efusión del Espíritu en la Fundadora y que se difunde en nosotros. Por ello termina diciendo Carmen como María: “Digamos pues, y repitamos sin cesar con nuestra Inmaculada Madre: "Nuestras almas engrandezcan y alaben al Señor, porque mira la humildad de sus siervas,  y ha hecho cosas grandes en ellas”.
Esta fe en la Trinidad a través de María la hacemos muchas veces en la oración que M. Carmen nos transmitió y que rezamos con cariño: “María: danos tu bendición” al concluir: “La bendición del Padre, el amor del Hijo y la gracia del Espíritu Santo….”. También hemos sido bendecidos por la Trinidad en la bendición que recibimos de María.
Se la oye decir: “Nada temo cuando veo que el amor a María Inmaculada crece”:[1] “No temamos si nuestra vida está centrada en María Inmaculada”. Por tanto acojamos su palabra de confianza, que es la misma que dice Jesús al despedirse de los suyos… Tengamos confianza en medio de nuestras luchas diarias. La confianza en María debe ser nuestro baluarte, como lo fue en M. Carmen.  
“Todo en la Congregación es obra de María Inmaculada”, repetía M. Carmen. Esta experiencia de M. Carmen es la que ha de pasar a nosotros.[2] Esto es lo que queremos vivir en la vida cotidiana, los que bebemos del mismo carisma y espiritualidad concepcionista, cada uno en la vocación a la que ha sido llamado, laical o religiosa.
            Si recorremos un poco nuestra historia Congregacional y personal, seguro que podemos confirmar esta experiencia de M. Carmen: Todo en la Congregación: el carisma, la espiritualidad, la misión, pasa a través de María Inmaculada. Las religiosas incluimos en la misma fórmula y acto de la profesión religiosa la consagración a Dios y a María, porque “nuestra consagración se ofrece a Dios a través de María de la que Ella es madre” ya que “la vocación propia de la concepcionista es vivir la mediación mariana en la espiritualidad personal y en el apostolado”. Algo similar se dice en la fórmula empleada por los laicos para hacer su compromiso.[3]
            Ya el Concilio Vaticano II al hablar de la auténtica devoción a la Virgen nos dijo que ésta “no consiste en un sentimentalismo estéril y transitorio, ni en una vana credulidad, sino que se fundamenta en una fe verdadera que nos lleva a conocer la grandeza de la Madre de Dios y a imitar sus virtudes” (Cf. LG 8). A la luz de los casi cincuenta años que han transcurrido desde que este evento terminó deberíamos hacer un examen de si hemos purificado y revitalizado nuestra devoción a María.
            No se nos piden grandes cosas, sólo la vida de fe, como fue la vida de la María; aunque sabemos que lo más sencillo es con frecuencia lo más difícil. Ésta es una de las paradojas de Evangelio: que el actuar de Dios sólo es conocido por los sencillos, según dijo Jesús: “Te doy gracias, Padre, porque has ocultado estas cosas a los grandes de este mundo y se las has revelado a la gente sencilla” (Lc. 10,2).
 
 PARA PENSAR Y COMPARTIR
  1. Después de leer detenidamente el texto, comparte sentimientos, ideas,…
  2. Te invito a repasar la Historia mariana en tu vida. Repasa las páginas de tu vida. Seguro que en ellas puedes leer muchos momentos vividos con María. Momentos de presencia clara y visible; momentos de presencia callada, pero cercana…; momentos de dificultad, donde fue tu apoyo y consuelo; y momentos donde no fuiste consciente de que Ella estaba a tu lado y que ahora, al recordar, seguramente descubres.
  3. ¿Qué hemos de hacer para vivir este Misterio de la Inmaculada tan grande y tan sencillo a la vez?
  4. ¿Cómo estamos traduciendo en nuestra vida práctica el que María sea la fuente de inspiración y el modelo a imitar?
 
[1] Casi al final de sus días nos dice en una carta “He experimentado un consuelo y es que, en la mayoría de nuestras religiosas, he notado una gran delicadeza por amoldar sus acciones a las reglas y una confianza grande y perseverante en nuestra Madre Inmaculada, a la que habéis mirado siempre como a vuestra Fundadora y de la yo no he sido más que un instrumento inútil".
[2] El Misterio de la Inmaculada Concepción de María, es la intuición fundamental que el Espíritu inspira a Carmen Sallés, el carisma del que ella vive y que transmite al Instituto. Queremos profundizar este Misterio que ilumina los diversos elementos que constituyen nuestra espiritualidad y misión. (XIII Cap. General)
[3] Reconozco en María Inmaculada, Madre del Movimiento y Madre mía, la fuente de inspiración y el modelo a imitar, según el Carisma, la Espiritualidad y la Misión recibidos de santa Carmen Sallés.
 
CARTA DE  M. CARMEN SOBRE LA ORACIÓN
 
Querida hija:
Me pides que te cuente algo de mi vida de oración. Y, con la gracia de Dios, voy a intentarlo, aunque bien se lo difícil que es reflejar lo que Él va haciendo en la persona que se deja guiar por su Espíritu. Es mucho más de lo que aparece, aunque también los signos exteriores pueden reflejar algo. En fin, puedo contar sobre todo lo que a mí me corresponde en este diálogo de amor- como es la oración-, es decir la parte que yo puedo hacer.
Comienzo diciendo que es muy importante el prepararse antes, para entrar en este encuentro. La mejor preparación, sin duda, es la vida misma. Ese "andar en verdad" que diría Santa Teresa, a quien siempre tuve como maestra en este camino. Sí. La rectitud de vida, el caminar con limpio y sincero corazón, sin doblez, en la presencia del Señor y de los hombres, es la  mejor preparación para la oración. Ya después, más cercana a la hora señalada, viene bien el hacer esfuerzo por concentrar todos los sentidos en lo que vamos a hacer. Sí. Yo trataba de centrar todo el ser en lo que iba a vivir con mi Dios y Señor y me imaginaba que estaba esperándome y me repetía a mí misma: ¿Cómo te prepararías si supieras que te vas a encontrar con tu mejor amigo o con tu esposo? Pues Él te está esperando. Entonces mi corazón se encendía y acudía con diligencia y ánimo. Es verdad que no siempre encontraba de inmediato lo que iba buscando, pero al final ¡El siempre sorprende! Y esta era mi experiencia cotidiana: El colmaba con creces mis expectativas.
Algo que siempre me gustaba era alimentar mi oración con la lectura de la Palabra de Dios, y especialmente contemplar a Jesús en los Evangelios. ¡No me costaba nada la oración de contemplación! Al contrario. Gozaba entrando en cada escena del Evangelio; me gustaba acompañar a Jesús de Nazaret a Jerusalén, del Tabor al Calvario; paseaba con El por los caminos de Galilea, me sentaba a sus pies como María de Betania o me sentía un niño más del círculo que se apiñaba a su lado; me acercaba por la noche a su casa, como Nicodemo o le acompañaba orando en el monte; era a la vez, leproso y paralítico, ciego o enfermo, Zaqueo o pecadora pública... ¡Cualquier personaje del Evangelio me venía bien para identificarme con él! Me sentía a gusto entre los doce siendo Pedro, o Juan, o Judas. En fin, esta era mi ocupación cotidiana: ¡Ser compañía para Jesús! Ah! Pero donde de verdad gozaba a rebosar, era a los pies de la Cruz. ¡Cuántas horas no pasaría al lado de María, su Madre y mi madre, repasando las lecciones de la mejor cátedra! Era éste mi rincón de oración preferido y entraba sin dificultad en coloquio de amigos. El me miraba y yo le miraba, le amaba y me dejaba amar... y perdonar y regenerar hasta las fibras más hondas de mi ser. ¡Ahí viví las experiencias más hondas de intimidad! A los pies del Crucifijo aprendí a perdonar y a callar, a esperar y a abandonarme... Ahí  aprendía la misericordia y la compasión y notaba cómo mi barro se iba derritiendo hasta hacerse transparente. Sí. Experimentaba que se iba haciendo en mí una vasija nueva! Allí bebí el Agua Viva anunciada a la samaritana y el Vino Nuevo de la Pascua; allí se alimentaba mi espíritu como si de un Banquete Celestial se tratara.
En el Calvario viví las experiencias más hondas de la espiritualidad y el carisma que os he comunicado: me sentí salvada, y comprendí que la primera redimida había sido María y por eso se la llama Inmaculada. Por eso, allí tracé la pedagogía del amor - preventiva llamáis vosotros- ; a los pies de Jesús Crucificado fui escribiendo las Constituciones, ese itinerario espiritual que nos une a todas las concepcionistas. También allí aprendí a tratar a las personas, a mis antiguas hermanas de Congregación -las Dominicas- y a las de la nueva Familia que empezábamos. Por delante del Crucificado iba desfilando cada uno de los rostros y los amaba, los perdonaba, los besaba...También hacía pasar a los niños, esos pedacitos de cielo pero que tantos disgustos nos dan en el diario ajetreo de la educación; pasaban los rebeldes y los marginados, los indiferentes y los que siempre están atentos en todo... ¡A todos aprendía a amar!
No sé si he sabido explicarme en algo. Pero no quiero que se me olvide recordarte que yo iba con todo mi ser y con toda mi vida a la oración, con la historia pasada y las preocupaciones presentes y así abandonaba a su misericordia el pasado y confiaba a su providencia el presente y el futuro de mi vida. Cada tiempo de oración era como un llenar mis aljibes de Agua Viva que se derramaba de mí hacia los que conmigo trataban.
También quiero recordarte que me era grato y útil poner intercesores en mi vida, tanto en lo material como en lo espiritual. La primera intercesora, por supuesto, era María Inmaculada. La contemplé mucho, muchísimo y de Ella aprendí siempre apertura y docilidad al Espíritu, confianza y agradecimiento, pobreza y sencillez,… Su FIAT y su MAGNIFICAT inundaron mi vida poco a poco.  Y después: todos los santos: S. José, mi protector predilecto y Santa Teresa, S. Francisco de Asís y de Borja, Santo Domingo... En fin, enumerarlos sería interminable.
Y termino. Pero me gustaría dejarte para el final unos breves consejos para tu camino de oración por si te sirven. Por supuesto que los he sacado de mi experiencia y tengo que reconocer que todo ha sido obra de la gracia de Dios en mí:
1º  Ten siempre presente la persona de Jesucristo: no le quites jamás de delante de tus ojos.
2º Acompaña su itinerario, desde la Encarnación a la Pascua. O si lo prefieres, sigue el ritmo del Año Litúrgico: ahí la gracia de Dios es más tangible.
3º  No dejes de alimentar tu espíritu con sanas lecturas en un proceso de formación continua. Lo necesitas para ti y para repartirlo en los que el Señor pone en tu camino.
4º  Contempla mucho a María Inmaculada y deja que el Espíritu Santo engendre en ti a su Hijo: has de reproducir su vida.
5º Celebra con fe y devoción las fiestas de los santos, en especial de aquellos que digan más a tu sensibilidad y tu espíritu. Ellos serás tus mejores compañeros de peregrinación en la vida y la oración.
6º No olvides de preparar la oración con una vida de ascesis y de entrega a los demás. ¡Ah! y no dejes tu vida aparcada cuando vengas a  la oración: preséntate al Señor como eres y como estás. Anda siempre en verdad y la verdad te hará libre. No olvides nunca que el conocimiento propio es la base de la santidad.
7º Y para el final la consigna de siempre, aplicada a tu oración: ¡No te detengas jamás! Detenerse aquí supone dar marcha atrás. Tú, ¡Adelante, siempre adelante, Dios proveerá!
Sabes que te conozco y que te quiero. Y me alegro de que me consultes de vez en cuando tus dudas. Te acompaño y te espero ya desde Dios. Hasta siempre.        
 Carmen de Jesús Sallés
 
Día 6  de Diciembre
Día de la santa Carmen Sallés y Barangueras

La persona
Todo empezó en Vic (Barcelona, España), en 1848.
El 9 de abril nació a la vida. El 11 nació a la gracia.  Con un nombre: Carmen Sallés. Y con un estilo que uno de sus hermanos resumía en aquel aire suyo de andarse en la presencia de Dios.
En el día a día, fue colegiala en la Compañía de María. Y se preparó, alegre y consciente, para el matrimonio. Pero con una duda inquietante: ¿era eso, lo que Dios quería de ella?
Unos Ejercicios Espirituales y un discernimiento valiente, le hicieron ver que no. Dios la invitaba a consagrarse a Él, en la vida religiosa.
Nuevos interrogantes: ¿Dónde? ¿Cómo?

Consagrada
En 1869, en condiciones sociales y políticas adversas, emprendió una nueva etapa de progresivo discernimiento de la voluntad de Dios.
Entre las Adoratrices conoció a jóvenes de su edad, que no habían tenido una familia ni una educación como la suya. Jóvenes sometidas a la explotación y el vicio.
Y escuchó, de nuevo, la voz del Espíritu: "Para alcanzar buenos fines,  es necesario poner buenos principios"... De la regeneración de jóvenes extraviadas, pasó a la educación preventiva.
Siguió su búsqueda entre las Dominicas. Se abrió a la educación. Y descubrió que los horizontes de la educación femenina en la sociedad del momento eran muy limitados.
El Espíritu le sugería nuevos horizontes para la mujer de tiempos nuevos...

Fundadora
A partir de 1892, Carmen, con tres compañeras, emprendió la fundación de una Congregación Religiosa en la Iglesia.
Su misión: Ofrecer a la mujer una educación en que se armonizasen la piedad y las letras, la virtud y la ciencia...
Hija de María Inmaculada, expresó visiblemente su deseo de imitarla, con hábito blanco y azul que habían de vestir quienes la siguieran.
Hija de la Iglesia, en ella y con ella, bajo su orientación y con su aprobación, inició un camino en el seguimiento de Cristo.

Oración a M. Carmen:
Mírame, M. Carmen. Escúchame en silencio.
Quiero, apoyado en ti, decirte mis problemas y dificultades, mis cariños,
mis amores e ilusiones mis esperanzas y secretos, todo lo que ansío y quiero.
Cógeme de la mano, y háblame muy bajito, que te entiendo, cuéntame de Dios,
a quien yo busco, de la Virgen, a quien yo tanto quiero, de los hombres, mis hermanos,
que caminan, como yo, a su encuentro.
Di que me quieres y  que me vas a acompañar siempre en el viaje de mi vida.
 


 
CARTAS APÓCRIFAS DE M. CARMEN SALLÉS
 
I
Aprendiendo a escribir y a creer, una cuestión de confianza.
 
Queridas hijas, paz desde el cielo.
Será porque aquí en el cielo no hay tiempo para hacerse mayor, que me vienen recuerdos viejos, que antes apenas tenían peso en mi memoria y que ahora adquieren una densidad especial por el valor que de la perspectiva del tiempo del Reino de los Cielos. Uno de ellos, que me es tan grato recordar, es cuando enseñábamos a las niñas a escribir.
Qué difícil les parecía a las niñas y que fácil nos parecía a nosotras. Buscábamos mil formas para engatusarlas para que empezaran a coger el lapicero con tino, para que siguieran las líneas de las primeras letras, para que el trazo no desbordara las líneas en las que embutir las letras… era tan fácil para nosotras, y tan difícil para ellas.
Además había que multiplicarse, porque al final tenías que encerrar el lápiz en su mano y su mano encerrarla con la tuya, para que empezara a escribir la primera vocal y también la última.  En el fondo más que de técnica, se trataba de generar confianza en que podían hacerlo. Que esa empresa tan difícil de copiar las letras pintadas en la pizarra, no era sólo cosa de mayores, sino que ellas eran también capaces de hacerlo.
Sí se trataba de sembrar esperanza en esas manitas, que en las nuestras parecían las crías de gorriones que caían al patio en el verano, cuando aprendían a volar. Se sentían sus latidos, el temor ante lo nuevo, la ansiedad por ser mayor, por crear en un papel en blanco, algo nuevo: una vocal, una consonante, una palabra… ¡Cómo disfrutaban cuando lograban escribir por primera vez su nombre! lo proclamaban como un triunfo, sabían escribir quienes eran, habían dado un nuevo paso en la confianza.
A veces pienso que la fe es también dejarnos coger la mano, y empezar a garabatear en el papel de la vida, porque en el fondo, la vida, es una cuestión de confianza. Para creer necesitamos confiar en alguien para que ese alguien, a su vez, nos llame por con nombre, nos dé un significado, una vocación… nos dé a probar un amor de verdad, un amor que sólo puede garantizar Dios, un amor que crece a pesar de las heridas del amor entre los hombres.
Ya sé que ahora escriben en ordenadores, pero la gramática sigue siendo la misma, como la confianza para creer sigue siendo idéntica.
Queridas hijas, pensad por un momento vuestros primeros recuerdos, al empezar a escribir, y recordad por un momento también vuestros primeros momentos al empezar a creer. A pesar del tiempo, en el fondo seguimos escribiendo y creyendo tal como somos, porque es una cuestión de confianza. Meditar si vuestros aljibes están llenos de esa confianza. Si esta confianza está herida, sanadla. Si goza de salud, cuidarla. Si encuentras apenas con un solo grano de mostaza de fe, ¡compártelo!... y recordad con María Inmaculada: “¡adelante, siempre adelante!” 

II
Aprendiendo a coser  y a creer, una cuestión de constancia
 
Queridas hijas, paz desde el cielo.
Será que como aquí, no gastamos hábito ni otros vestidos, porque el alma viste ahora el cuerpo celeste que somos, últimamente me ha dado nostalgia de la costura. Más que de coser, de cuando enseñábamos a las niñas a coser.
¡Era tan divertido! Mojaban una y otra vez el hilo para  enhebrar la aguja. Se ponían el dedal una y otra vez, en uno y otro dedo, porque no sabían para qué servía. Hendían una y otra vez los primeros hilvanes en la tela, doblando la espalda, como si quisieran empujar con ello la costura.
Me entretenía tanto el tiempo entre costuras que se me pasaba las horas  en un verbo. Lo más difícil era insistir en la constancia. De una puntada en otra, para que fueran idénticas en su medida, invisibles si debían de serlo bajo los dobladillos, segura en los botones… Las niñas empezaban como un juego y jugando, pronto lo dejaban. Había que motivarlas para que comprendieran que ese trabajo casi mecánico y meticuloso, tenía un sentido y un fruto.
Que cada puntada sería una blusa, que cada botón abrocharía una camisa, que cada corte tenía que seguir el trazo apenas esbozado por el jaboncillo, para que se ajustara al patrón…
Y de repente un ¡ay!, un grito, un pinchazo, una gota de sangre brotando de la yema de un dedo. Venían a mi, como si fuera una tragedia, como si se les fuera la vida por el botón bermejo que florecía  en el dedo…
A veces pienso que la fe es como la costura, es un poco pesado, tiene su técnica, requiere constancia, cansa y divierte, sirve y a veces parece inútil… La fe camina como las puntadas, a veces largas, a veces cortas. Se enfría como la plancha apagada o chispea como la plancha llena de carbón. La fe sabe de heridas y de cicatrices, tal vez de cruces, pero sobre todo de constancia.
Ya sé que ahora las niñas no quieren coser que prefieren el inglés y la danza, y está bien; pero aprender labores es aprender la disciplina de la excelencia, de la fidelidad en lo poco, para ser fieles en lo mucho… como la fe, al final es una cuestión de constancia, de saborear la Palabra de Dios.
Creer no es empeñarse en creer, sino aprender a mover los hilos de la vida con tiento, como los palos torneados de los bolillos para hacer encajes, poco a poco, por igual, sin pausa y sin prisa… La fe no tiene hilos de algodón, ni de lana, ni de seda o de fibra. La fe vive del hilo de la Palabra de Dios.
Queridas hijas, recordad por un momento las primeras labores de la costura y del creer. Mirad vuestro costurero, el corazón, y ver si tenéis hijo suficiente, lanas que desmadejar, rotos que zurcir, botones con los que abrochar heridas… y empezad como entonces, mojando la hebra para enhebrar la aguja de la primera puntada y seguid… dadle tiempo a la costura, saboread la Palabra de Dios, y recordad con María Inmaculada: “adelante, siempre adelante”. 

III
Aprendiendo a sumar y a creer, una cuestión de conocer el amor.
 
Queridas hijas, paz desde el cielo.
Como nos escaseaba tanto el dinero, ahora me he olvidado de las cuentas, porque aquí en Reino de los Cielos, los números no son ni árabes ni romanos, son a lo divino y me cuesta entenderlos.
Pero sí recuerdo con cariño, cuando empezábamos a enseñar a las niñas a hacer las primeras cuentas. Pasaban del encerado a los cuadernos los números imitando los trazos, pero sin dar contenido al número. Copiaban un signo sin carga simbólica. Había que dotar de sentido aquél número, para que empezaran a razonar, tenían que pasar a otro nivel de conocimiento, para saber qué numero es mayor y cual menor, para poder sumar y restar… multiplicar y dividir era si cabe más sencillo.
Pasaban a contar con palotes a los dedos, y cuando las manos no tenían dedos suficientes, ¡qué lío! Buscaban la seguridad de contar con los dedos, como si tocaran el número que debían escribir. Tenían que pasar a otro nivel de conocimiento, de experiencia, de abstracción… ¡Cuanta paciencia!
Era fundamental esa primera etapa, dar tiempo al tiempo, dejar que sus cabecitas empezaran un razonamiento numérico que era todo un descubrimiento para ellas… sin introducirlas en esta nueva fase, las demás quedaban sin fundamento, como sin pies ni manos.
A veces pienso que aprender a conocer por la fe, es como aprender a sumar y restar; es introducirse en otro tipo de conocimiento. No sirve el sentimiento, y los afectos son importantes. No basta la razón, y discurrir lógicamente en las cosas de Dios es necesario. Para entender a Dios hace falta corazón y cabeza, porque el corazón sin las bridas de la razón es pura emoción y la cabeza sin corazón te deja como fría el alma.
Ya sé que ahora se usan calculadoras, pero la lógica de las matemáticas sigue siendo idéntica.
Queridas hijas, recordad vuestros primeros números, las primeras sumas y restas; recordad vuestros primeros pasos en eso que llamamos amar a Dios. Vamos cambiando la percepción de Dios porque vamos cambiando la experiencia del amor, porque vamos entendiendo el misterio de un Dios que nos toca desde dentro el corazón para ponerlo en camino. Haceos una ecografía del corazón, es gratis, escuchar que eco tiene la Palabra de Dios en vuestro interior, si late bien, al ritmo de la liturgia, si camina en esa amistad cordial de que la que es maestra María Inmaculada: “adelante, siempre adelante.  
 
IV 
Aprendiendo a tocar el piano  y a creer, el arte de la búsqueda interior.
 
Queridas hijas, paz desde el cielo.
Aquí en el cielo, hay tanto silencio que me canso a veces de oír; y me pongo a recordar cuando algunas hermanas tocaban el piano. Me gustaba ver volar las manos en el teclado, escuchar la madera vibrando en el alma de cuerdas golpeadas por los martillos, cómo se llenaba las aulas con las notas y componían una canción.
La música no era lo mío, ya lo sabéis, me parecía algo tan mágico, que del jeroglífico de un pentagrama brotara algo tan armonioso y dulce, que elevara tanto el espíritu, que creara algo bello con lo que expresar lo que no puede decirse en palabras…
Cuando estas hermanas empezaban a enseñar a las niñas a tocar el piano, me gustaba escuchar la monotonía de os inicios, la repetición mecánica de los acordes, la denuncia de un dedo tardío, el lamento de una nota desafinada… que de algo tan técnico pudiera nacer algo tan hermoso como la música me parecía un milagro del cielo.
Primero era la técnica y luego el arte, las Religiosas tenían la paciencia de que las niñas de escuchar las notas, pasaran a escucharse por dentro, a sentirse musicalmente por dentro, porque sin esto, se puede tocar, pero es imposible hacer música.
Ya sé que ahora tenéis toda la música del mundo tocando un botón, pero la música sigue cantando la vida como entonces.
Me gustaba pensar que la búsqueda interior de la fe es como aprender solfeo. Primero la técnica y luego el arte, buscar hacia dentro, oírse el alma, diciendo silencios, escuchando palabras que eduquen el oído para escuchar la Palabra de Dios que suena en nuestro interior más íntimo.
Queridas hijas, pesad en vuestras primeras músicas, las primeras canciones, saboread la armonía interior del arte, también del arte de creer. Porque creer es buscar hacia dentro, en cualquier lugar y situación  hay una brizna de luz divina que nos promete una vida nueva, una armonía profunda que nos hace reconocernos en la música de Dios, que es siempre un amor pleno… y recordad, con María Inmaculada: “adelante, siempre adelante”.
 




DAD GRATIS…
Lo que gratis habéis recibido
 Porque si no te lavo los pies
Nada tienes que ver conmigo
 
El amor, la amistad…. se miden en gratuidad
El reino, la eternidad… se miden en gratuidad
La misión, la fraternidad…se miden en gratuidad
 
DAD GRATIS…
Lo que gratis habéis recibido
Porque si no te lavo los pies
Nada tienes que ver conmigo
 
Todo es Don, todo es Gracia
El carisma, la Congregación
M. Carmen y su bendición… Todo es Don
 
El Reino ni se compra ni se vende
Se acoge y se da al hermano…
Para poder dar y darme
He de acoger primero
 
No se me negar’a la entrada en el Reino
Si lo recibo en gratuidad…
 
Solo me preguntaran: ¿supiste amar?
Y abriré las manos vacías
Y el corazón universal
 




ALLÍ DESCUBRÍ QUIEN SOY
 

Allí descubrí quien soy
Al experimentar que me amó y se entregó por mi
descubrí mi identidad
 
A los pies del Amor crucificado
Al sentir su amor gratuito
desbordado en Gracia y bendición
Sentí quien soy yo.
 
Allí, a los pies de la Cruz
Encontré a la Inmaculada: la primera y más amada.
Encontré a Carmen Sallés
Bebiendo de la misma Fuente desbordada
Y sentí que esa Fuente era la misma
Que se me regalaba
Iba regando mi ser, al sentirme tan amada…
 
Allí descubrí quien soy: concepcionista
Acogiendo el carisma,
bebiendo en la misma Fuente del Amor
del Corazón que vierte sangre y agua: amor redentor
¡¡Allí descubrí quien soy!!
 
Al sentirme tan amada
Surgió en mí la misma Fuente viva
Y la llamada  a ser engendradora de Vida…
¡Allí descubrí quien soy!
Concepcionista: mujer que engendra Vida
 





CARTA DE M. CARMEN A UNOS EDUCADORES CONCEPCIONISTAS 

Queridos amigos: La paz del Señor sea con vosotros
            Hace tiempo que tenía pensado dirigiros unas letras y hoy, que despedís un ciclo escolar en el que os he acompañado de forma especial, con la asistencia y la ayuda de Dios lo voy a hace
            En primer lugar os digo que siendo este ejercicio de la enseñanza el fundamento de la Congregación, debe ser tenido en singular recomendación por todos los llamados a ella, de tal manera que jamás se omita, sino que vaya cada día en aumento
            Me ha gustado siempre comparar la misión de educar con el cultivo de un huerto. Lo primero que os digo es que consideréis que el Señor ha bendecido, ha cercado este huerto, como es el Colegio que lleva mi nombre, en el que trabajáis.

            A vosotros os pido que guardéis vigilantes esta cerca, para que por ella no penetre el enemigo abriendo algún portillo; y sobre todo, os encomiendo que cultivéis con afán y laboriosidad este sagrado recinto. Sabed que el guarda de esta cerca es la observancia fiel de los compromisos que asumisteis al llegar aquí
            Una vez ya en el recinto, tratad de embellecer y adornar el interior. Los niños y adolescentes son como tiernas y delicadas flores que el Señor os ha confiado a vuestro cuidado. Cual solícito jardinero, velad día y noche por ellos; sean vuestra ocupación cotidiana, el objeto de vuestros desvelos y de vuestros más tiernos cuidados; alimentadlos en todo momento con sanas lecciones y provechosos consejos, infiltrándolos el aroma de la virtud y la honradez; arrancad con prudencia y tino las malas hierbas que son las pasiones que a veces ponen en peligro su vida.
          Recordemos que la instrucción sola no basta: es necesario entrar en el corazón de los niños y adolescentes para ganarlos su amor y llevarlos a Dios, que es donde está el verdadero amor. Cuando estéis con ellos no os preocupéis ni hagáis nada más que atenderles y formarles. Y dad siempre buen ejemplo, porque más se consigue con el ejemplo que con las palabras.
            Ya sé que no es fácil esta tarea de educar, como no lo es la de cultivar un jardín, pero pensad que el jardinero no siempre tiene los elementos necesarios para el cultivo, y sin embargo nosotros somos más dichosos porque en medio de nuestro jardín se ostenta alegre, hermosa, inundada de luz celestial, poderosa, sabia e inmaculada, brindándonos con sus graciosas sonrisas, nuestra Madre Inmaculada. Levantad a Ella con frecuencia la vista, mientras cultiváis vuestro jardín, que Ella os dará virtud, Ella nos dará poder para ir formando estas flores a Imagen suya.
            Por eso os repito que seáis aljibes que se llena cada día por el estudio y la oración, de ciencia y virtud, para después repartirlas.
            Y termino recomendándoos que seáis felices en la misión, ya que sois depositarios y encargados de lo que Dios más ama en el mundo que es la niñez y juventud; ellos son como un pedacito de cielo en la tierra, aunque con sus travesuras os vayan labrando a vosotros también el Cielo. Pero no me cansaré de repetir lo felices que debemos ser en nuestra en misión al poder ir llenando los hogares de padres y madres virtuosos, los pueblos y ciudades de honrados ciudadanos y el Cielo de felices moradores.
            Contad también conmigo. Desde el Cielo os acompaño y bendigo:

Carmen de Jesús Sallés




PADRE NUESTRO DE LOS EDUCADORES CONCEPCIONISTAS

Padre Nuestro,
que estás en el interior de nuestros alumnos,
como nos decía M. Carmen:
Ayúdanos a entrar en su corazón para encontrarnos allí contigo.

Santificado sea tu Nombre;  
y que lo santifiquemos en cada uno de nuestros salones,
en los pasillos, los recreos... en toda nuestra misión educativa.

Venga a nosotros tu Reino:
el Reino de paz, de amor, de misericordia y bondad,
y que lo hagamos presente con nuestra vocación de educadores.

Hágase tu Voluntad,
Desde lo profundo de nuestros corazones te pedimos, Padre,
que cumplir tu voluntad sea el mayor deseo de nuestra vida.

Padre Nuestro,
que en la tierra de nuestro Colegio “Carmen Sallés”
te amemos, te alabemos, te adoremos,
como lo hacen los santos en el Reino de los Cielos.

Danos hoy el pan cotidiano,
el pan de la cultura que tenemos que repartir entre nuestros alumnos:
y el pan de tu Palabra del que nos tenemos que alimentar
para poder multiplicarlo después.

Padre nuestro, perdona nuestros fallos,
nuestras debilidades y cansancios, nuestras incoherencias…
y danos un corazón grande que perdone siempre al hermano,
para ser servidores de la paz, de la reconciliación y el perdón.

Padre nuestro, no nos dejes caer en tentación:
de sentirnos indispensables y de caminar en solitario
en esta misión de educar.
Danos un corazón sensible, porque sabemos que
"más se consigue con el cariño y la dulzura que con la dureza y el rigor”,
como nos decía Santa Carmen.

Y no nos dejes caer en el mal
que nos divida entre nosotros, y disperse a nuestros alumnos
por caminos que no sean los tuyos. Amén

 



 


 
EN RECUERDO DEL DIA DE SU NACIMIENTO, 9 DE ABRIL, Y BAUTIZO, 11 DE ABRIL

M.CARMEN NOS HABLA

Nací un 9 de Abril de 1848, en un pueblo de la provincia de Barcelona, (España), llamado Vic. Dicen que nací  a medianoche, apuntando el día en una mañana primaveral, como anunciando la aurora. A los dos días, día 11, me llevaron a hacerme hija de Dios por las aguas del Bautismo e hija de María al ponerme su nombre: Carmen. En la catedral de Vic está también el altar a la Inmaculada, ese altar que nos ha congregado durante años a las “Hijas de María” ¿Casualidad? ¿Predestinación? ¿Providencia de Dios que un día sería “hija de María Inmaculada”: concepcionista?
Mis padres se llamaban José Sallés y Vall&n