Rosario Moreno Montalvo
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TEXTOS PARA EL ACOMPAÑAMIENTO, SEGÚN EL PAPA FRANCISCO I.- DIOS SIEMPRE PRIMEREA
EG 24: Primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. « Primerear »: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear! Como consecuencia, la Iglesia sabe « involucrarse ». Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a los discípulos: « Seréis felices si hacéis esto » (Jn 13,17). La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los evangelizadores tienen así « olor a oveja » y éstas escuchan su voz. Luego, la comunidad evangelizadora se dispone a « acompañar ». Acompaña a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico. La evangelización tiene mucho de paciencia, y evita maltratar límites. Fiel al don del Señor, también sabe « fructificar ». La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña. El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña en medio del trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas. Encuentra la manera de que la Palabra se encarne en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados. El discípulo sabe dar la vida entera y jugarla hasta el martirio como testimonio de Jesucristo, pero su sueño no es llenarse de enemigos, sino que la Palabra sea acogida y manifieste su potencia liberadora y renovadora. Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe « festejar ». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien. La Iglesia evangeliza y se evangeliza a sí misma con la belleza de la liturgia, la cual también es celebración de la actividad evangelizadora y fuente de un renovado impulso donativo.
II.- CENTRADO EN LA PERSONA Y EN CAMINO
EG 172 El acompañante sabe reconocer que la situación de cada sujeto ante Dios y su vida en gracia es un misterio que nadie puede conocer plenamente desde afuera. El Evangelio nos propone corregir y ayudar a crecer a una persona a partir del reconocimiento de la maldad objetiva de sus acciones (cf. Mt 18,15), pero sin emitir juicios sobre su responsabilidad y su culpabilidad (cf. Mt 7,1; Lc 6,37). De todos modos, un buen acompañante no consiente los fatalismos o la pusilanimidad. Siempre invita a querer curarse, a cargar la camilla, a abrazar la cruz, a dejarlo todo, a salir siempre de nuevo a anunciar el Evangelio. La propia experiencia de dejarnos acompañar y curar, capaces de expresar con total sinceridad nuestra vida ante quien nos acompaña, nos enseña a ser pacientes y compasivos con los demás y nos capacita para encontrar las maneras de despertar su confianza, su apertura y su disposición para crecer.
MV 2
Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericordia: es la palabra que revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado.
III.- MIRADA CERCANA PARA CONTEMPLAR, CONMOVERSE Y DETENERSE EG 169 En una civilización paradójicamente herida de anonimato y, a la vez obsesionada por los detalles de la vida de los demás, impudorosamente enferma de curiosidad malsana, la Iglesia necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario. En este mundo los ministros ordenados y los demás agentes pastorales pueden hacer presente la fragancia de la presencia cercana de Jesús y su mirada personal. La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —sacerdotes, religiosos y laicos— en este « arte del acompañamiento », para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana.
IV.- ALCANZAR LA VERDADERA LIBERTAD EG 170 Aunque suene obvio, el acompañamiento espiritual debe llevar más y más a Dios, en quien podemos alcanzar la verdadera libertad. Algunos se creen libres cuando caminan al margen de Dios, sin advertir que se quedan existencialmente huérfanos, desamparados, sin un hogar donde retornar siempre. Dejan de ser peregrinos y se convierten en errantes, que giran siempre en torno a sí mismos sin llegar a ninguna parte. El acompañamiento sería contraproducente si se convirtiera en una suerte de terapia que fomente este encierro de las personas en su inmanencia y deje de ser una peregrinación con Cristo hacia el Padre.
V.- PACIENTE Y GRADUAL EG 222, 223 Hay una tensión bipolar entre la plenitud y el límite. La plenitud provoca la voluntad de poseerlo todo, y el límite es la pared que se nos pone delante. El « tiempo », ampliamente considerado, hace referencia a la plenitud como expresión del horizonte que se nos abre, y el momento es expresión del límite que se vive en un espacio acotado. Los ciudadanos viven en tensión entre la coyuntura del momento y la luz del tiempo, del horizonte mayor, de la utopía que nos abre al futuro como causa final que atrae. De aquí surge un primer principio para avanzar en la construcción de un pueblo: el tiempo es superior al espacio.
Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad. Es una invitación a asumir la tensión entre plenitud y límite, otorgando prioridad al tiempo. Uno de los pecados que a veces se advierten en la actividad sociopolítica consiste en privilegiar los espacios de poder en lugar de los tiempos de los procesos. Darle prioridad al espacio lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente, para intentar tomar posesión de todos los espacios de poder y autoafirmación. Es cristalizar los procesos y pretender detenerlos. Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos. Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad.
VI.- ATENTO Y VIGILANTE EG 45 Vemos así que la tarea evangelizadora se mueve entre los límites del lenguaje y de las circunstancias. Procura siempre comunicar mejor la verdad del Evangelio en un contexto determinado, sin renunciar a la verdad, al bien y a la luz que pueda aportar cuando la perfección no es posible. Un corazón misionero sabe de esos límites y se hace «débil con los débiles […] todo para todos » (1 Co 9,22). Nunca se encierra, nunca se repliega en sus seguridades, nunca opta por la rigidez autodefensiva. Sabe que él mismo tiene que crecer en la comprensión del Evangelio y en el discernimiento de los senderos del Espíritu, y entonces no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino.
MM 15 Estoy convencido de la necesidad de que, en la acción pastoral animada por la fe viva, los signos litúrgicos y nuestras oraciones sean expresión de la misericordia del Señor. Es él mismo quien nos da palabras de esperanza, porque nada ni nadie podrán jamás separarnos de su amor (cf. Rm 8,35). La participación del sacerdote en este momento significa un acompañamiento importante, porque ayuda a sentir la cercanía de la comunidad cristiana en los momentos de debilidad, soledad, incertidumbre y llanto.
VII.- AYUDANDO A CRECER Y A SALIR EG 172, 173 El acompañante sabe reconocer que la situación de cada sujeto ante Dios y su vida en gracia es un misterio que nadie puede conocer plenamente desde afuera. El Evangelio nos propone corregir y ayudar a crecer a una persona a partir del reconocimiento de la maldad objetiva de sus acciones (cf. Mt 18,15), pero sin emitir juicios sobre su responsabilidad y su culpabilidad (cf. Mt 7,1; Lc 6,37). De todos modos, un buen acompañante no consiente los fatalismos o la pusilanimidad. Siempre invita a querer curarse, a cargar la camilla, a abrazar la cruz, a dejarlo todo, a salir siempre de nuevo a anunciar el Evangelio. La propia experiencia de dejarnos acompañar y curar, capaces de expresar con total sinceridad nuestra vida ante quien nos acompaña, nos enseña a ser pacientes y compasivos con los demás y nos capacita para encontrar las maneras de despertar su confianza, su apertura y su disposición para crecer.
El auténtico acompañamiento espiritual siempre se inicia y se lleva adelante en el ámbito del servicio a la misión evangelizadora. La relación de Pablo con Timoteo y Tito es ejemplo de este acompañamiento y formación en medio de la acción apostólica. Al mismo tiempo que les confía la misión de quedarse en cada ciudad para «terminar de organizarlo todo » (Tt 1,5; cf. 1 Tm 1,3-5), les da criterios para la vida personal y para la acción pastoral. Esto se distingue claramente de todo tipo de acompañamiento intimista, de autorrealización aislada. Los discípulos misioneros acompañan a los discípulos misioneros.
VIII.- CUIDAR ENTRE TODOS: Acompañamiento en cadena EG 99 El mundo está lacerado por las guerras y la violencia, o herido por un difuso individualismo que divide a los seres humanos y los enfrenta unos contra otros en pos del propio bienestar. En diversos países resurgen enfrentamientos y viejas divisiones que se creían en parte superadas. A los cristianos de todas las comunidades del mundo, quiero pediros especialmente un testimonio de comunión fraterna que se vuelva atractivo y resplandeciente. Que todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis: « En esto reconocerán que sois mis discípulos, en el amor que os tengáis unos a otros » (Jn 13,35). Es lo que con tantos deseos pedía Jesús al Padre: « Que sean uno en nosotros […] para que el mundo crea » (Jn 17,21). ¡Atención a la tentación de la envidia! ¡Estamos en la misma barca y vamos hacia el mismo puerto! Pidamos la gracia de alegrarnos con los frutos ajenos, que son de todos.
EG 171 Más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos a las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el rebaño. Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que oír. Lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores. Sólo a partir de esta escucha respetuosa y compasiva se pueden encontrar los caminos de un genuino crecimiento, despertar el deseo del ideal cristiano, las ansias de responder plenamente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha sembrado en la propia vida. Pero siempre con la paciencia de quien sabe aquello que enseñaba santo Tomás de Aquino: que alguien puede tener la gracia y la caridad, pero no ejercitar bien alguna de las virtudes «a causa de algunas inclinaciones contrarias» que persisten. Es decir, la organicidad de las virtudes se da siempre y necesariamente «in habitu», aunque los condicionamientos puedan dificultar las operaciones de esos hábitos virtuosos. De ahí que haga falta «una pedagogía que lleve a las personas, paso a paso, a la plena asimilación del misterio». Para llegar a un punto de madurez, es decir, para que las personas sean capaces de decisiones verdaderamente libres y responsables, es preciso dar tiempo, con una inmensa paciencia. Como decía el beato Pedro Fabro: « El tiempo es el mensajero de Dios ».
Llamada a la comunión “Hay diversidad de dones, pero un solo Espíritu, diversidad de ministerios pero un solo Señor”. (1 Cor 12, 4 ss)“Padre Santo, guarda en tu Nombre a los que me has dado para que sean uno como nosotros” (Jn. 17,11)MOTIVACIÓNYa desde el comienzo del milenio, fue Juan Pablo II quien hizo una fuerte llamada a la comunión y planteó el reto de la Iglesia en comunión: nos decía “Antes de programar iniciativas concretas, hace falta promover una espiritualidad de la comunión, proponiéndola como principio educativo en todos los lugares donde se forma el hombre y el cristiano, donde se educan los ministros del altar, las personas consagradas y los agentes pastorales, donde se construyen las familias y las comunidades….(NMI43)
La Congregación viene haciéndose eco de esta llamada; y tanto en Capítulo, asambleas,… como en circulares de nuestros superiores mayores esta llamada ha sido insistente. La última ocasión ha sido en el XVI Capítulo provincial celebrado hace unos días. Profundicemos un poco en esta llamada y oremos al Espíritu, que es quien genera esta comunión. PARÁBOLA “En cierta ocasión, los colores comenzaron a pelearse. Cada uno quería ser el más importante. El verde alegaba que era el color de la vida y la esperanza y el más repartido en la naturaleza. El azul reivindicaba ser el color del agua y del cielo, del mar y de la paz. El amarillo decía ser el color de la alegría, del sol y de la vitalidad. El naranja pretendía ser el color de la salud, de la vitamina y de la fuerza. Sólo había que pensar en los naranjos, mangos, papayas, zanahorias y calabazas. El rojo subrayaba su fuerza y valor, su pasión y su fuego. El púrpura subrayó que era el color de la nobleza y del poder. El añil hacía notar que era el color del silencio, de la reflexión, de la oración y del pensamiento profundo. La lluvia observó la disputa e intervino con su fuerza. Los colores se acurrucaron entre sí y se fundieron en uno. Cuando cesó la lluvia se desplegaron en forma de arco iris y todos y cada uno de ellos lució su belleza y se dieron cuenta de la belleza del conjunto”. ¿Con qué color personal me ha enriquecido el Espíritu para bien de todos? Tratemos de sacar de él todo su contenido: Somos distintos, pero “convocados en un mismo carisma dentro de la diversidad de carismas personales”. Y la primera palabra que nos surge es GRACIAS. Sí. Gracias porque se nos convoca a una nueva aventura llena de vida y esperanza. Y después nos brota una ORACIÓN. REFLEXIÓN SOBRE EL ARCO IRIS Somos diferentes. Pero aquí está la riqueza y belleza del colorido. Entre nosotros está el COLOR VERDE del que siembra esperanza, de quien aporta la palabra de ánimo, de quien ve en el futuro una llamada a construir el Cielo y la Tierra nuevos que anhelamos. ¿Quién da el color verde al Arco Iris de mi comunidad”? También está el COLOR AZUL del Cielo y del mar. Es el de la persona que da serenidad, que pone paz, que deja un tono de bondad en su palabra y en su silencio. ¿Reconoces el color azul en tu comunidad colegial? Llega el COLOR AMARILLO de la alegría, del sol y de los campos abiertos, llenos de mies madura para la siega. Es el color de la persona que sonríe a pesar de las dificultades, que vive con ilusión su vida de educador/a después de ¡muchos años de enterrar semillas en el duro bregar de la misión encomendada! ¿Seré yo este color de la fiesta del Arco-Iris colegial? Y ¿cómo no va a unirse a este Arco-Iris el COLOR NARANJA de los frutos maduros, de la salud y de la fuerza? Es el color de las personas que dejan buen sabor con su compañía, con sus palabras de vida, con su madurez humana y su fe cristiana, con su fortaleza de espíritu, aunque el cuerpo se desmorone... ¿Quién lleva el color naranja entre nosotros? Llega -no podía faltar- el COLOR ROJO del valor y de la fuerza, de la pasión y del dolor; el color de los mártires y de los místicos, el color del AMOR. También en nuestros Colegios hay toques de color rojo de quien entrega su vida por amor, de quien ama gratuitamente, de quien tiene al Señor como Único Tesoro... ¿Tienes acaso el color rojo? Y completando el ARCO - IRIS está el COLOR PÚRPURA de la nobleza y el poder, de la autoridad hecha servicio, de la perseverancia, de la fidelidad a toda prueba, de la palabra dada y mantenida... ¿Descubro el color púrpura entre mis compañeros? Y termina el Arco-Iris con el COLOR AÑIL del silencio y la reflexión, de la vida de oración y contemplación que es la fuente de toda vida, oración que es como el manantial que hace surgir el Agua que salta hasta la Vida Eterna... ¿Quién aporta los colores añil a este Arcoíris? Y ahora me pregunto Señor:
Eso sí: Quiero ser un color nítido que se deje atravesar por tu Agua-el Agua del Espíritu- y que junto con el color de cada uno de mis compañeros forme el color BLANCO de la paz y la concordia.
Gracias, Señor por permitirme formar parte de este ARCO- IRIS. Gracias por llamarme a convivir con… y por llamarnos a ser entre todos un signo de esperanza y armonía. OREMOS AL ESPÍRITU
En 1893, escribió Carmen Sallés: “eviten la desunión de voluntades que tanto daño causa...” Todos sus esfuerzos iban encaminados a crear en sus seguidoras una experiencia común de identidad, un sentimiento de ser “nosotras” (“nosotros...”). Tuvo dificultades y luego escribía en un reglamento del Colegio: “... tiene este Colegio la ventaja de marchar a su objetivo bajo la unidad de acción, unidad de principios, unidad de sentimientos y método, que produce en las educandas espíritu de orden, de unión, de inocencia, de amor al estudio y al trabajo; y, sobre todo, un espíritu completamente cristiano...”
Descalzarse para entrar en el otro
Una mañana, meditando un anuncio me encontré con una expresión que resonó de una manera muy especial en mi corazón: “Descalzarse para entrar en el otro”.
Le pregunté al Señor qué significaba esto. Se me ocurrían palabras como respeto, delicadeza, cuidado, prudencia. Me sentí impulsado a leer las palabras del Éxodo 3,5: “No te acerques más, sácate tus sandalias porque lo que pisas es un lugar sagrado”. Fueron las palabras de Yahvé a Moisés ante la zarza que ardía sin consumirse, y pensé: “Si Dios habla al interior de mi hermano, su corazón es un lugar sagrado”. No tardé en ponerme en oración. Jesús me presentaba uno a uno a mis amigos y conocidos y luego a otros. Y descubrí cómo habitualmente entro en el interior de cada uno sin descalzarme, simplemente entro: Sin fijarme en el modo, entro. Experimenté una fuerte necesidad de pedir perdón al Señor y a mis hermanos. Sentí que el Señor me invitaba a descalzarme y luego a caminar. Inmediatamente experimenté una resistencia: “no quería ensuciarme”. Me resultaba más seguro andar calzado en los otros: la comodidad y el temor. Vencido este primer momento comencé a caminar y el Señor a cada paso iba mostrándome algo nuevo. Advertí cómo descalzo podía descubrir las alternativas del terreno que pisaba, distinguir lo húmedo y lo seco del pasto de la tierra. Necesitaba mirar a cada paso lo que pisaba, estar atento al lugar donde iba a poner mi pie. Me di cuenta de cuántas cosas del interior de mis hermanos se me pasan por alto, las desconozco, no las tengo en cuenta… por entrar calzado, con la mirada puesta en mí o disperso en múltiples cosas. Pude ver también cómo descalzo, caminaba más lentamente; no usaba mi ritmo habitual, sino tratando de pisar suavemente. Donde mis zapatillas habían dejado marcas, mi pie no las dejaba. Pensé entonces cuántas marcas habré dejado en el corazón de mis hermanos a lo largo del camino y experimenté un gran deseo de entrar en los otros sin dejar un cartel que diga: “aquí estuve yo”. Por último, fui atravesando distintos terrenos, primero de pasto, luego un camino de tierra hasta llegar a una subida y con piedras. Sentí ya deseos de detenerme y volver a calzarme, pero el Señor me invitó a caminar descalzo un poquito más. Advertí que no todos los terrenos son iguales y no todos mis hermanos son iguales. Por tanto, no puedo entrar en todos de la misma manera. Esta subida me exigía aún más lentitud y cuando más suavemente pisaba, el dolor de mis pies era menor. Esto me decía: “cuanto más difícil sea el terreno del interior de mi hermano, más suavidad y más cuidado debo tener para entrar”. Después de este recorrido con el Señor, pude ver claramente que descalzarse es entrar sin prejuicios, ...atento a la necesidad de mi hermano, sin esperar una respuesta determinada, es entrar sin intereses, despojado de mi alma. Porque creo, Señor, que estás vivo y presente en el corazón de mis hermanos, es que me comprometo a detenerme, ...descalzarme y entrar en cada uno como en un lugar sagrado. EDUCAR HOY Y MAÑANA, UNA PASION QUE RENUEVA (SÍNTESIS DEL CONGRESO INTERNACIONAL SOBRE LA EDUCACIÓN CATÓLICA)
Diez reglas para rezar con sencillez 1.- Tómate cada día unos minutos de tiempo para estar solo y en paz. Relaja tu cuerpo, tu cabeza y tu corazón.
2.- Habla a Dios con sencillez y naturalidad y dile todo cuanto te preocupa. No es necesario que utilices fórmulas extrañas. Háblale con tus propias palabras. Él las entiende perfectamente. 3.- Entra en diálogo con Dios cuando estás en el trabajo diario. Cierra los ojos, aunque sólo sean dos segundos, donde quiera que estés… en el negocio, en el autobús, en la mesa de trabajo… 4.- Haz convicción de esta verdad: Dios está contigo y quiere ayudarte. No es que tú estés acosando a Dios para que te dé Su bendición, todo lo contrario, es Él quien quiere bendecirte. 5.- Reza con la seguridad de que tu oración es inmediatamente eficaz, más allá de tierras y mares, y protege donde quiera que se encuentren tus seres queridos y hace que les llegue a ellas el Amor de Dios. 6.- Cuando reces, tienes que tener ideas positivas y apartar las negativas. 7.- Cuando te pongas a rezar reafirma siempre la actitud de estar dispuesto a aceptar, sea cual fuere, la voluntad de Dios. 8.- Cuando estás rezando déjalo todo en manos de Dios. Pídele que te dé fuerzas para hacer todo cuando esté en tus manos y, el resto, queda en buenas manos, en las Suyas. 9.- Di una buena palabra de intercesión por aquellos que no te quieren bien o te han tratado mal, eso te dará vigor y una fortaleza extraordinaria. 10.- Reza todos los días por tu país y por la paz en el mundo.
Ten un momento de encuentro con María. Puede ser el Ángelus a mediodía, una Avemaría al levantarte o tres avemarías al acostarte. Conseguirás, entre otras cosas, recordar y consolidar esta salutación mariana salida de los labios del Ángel San Gabriel hacia la Virgen María.
QUE ENTENDEMOS POR PROYECTO EDUCATIVO-PASTORAL CONCEPCIONISTA
SIGNIFICADO DEL ANAGRAMA AM (Reflexión ante la entrega del anagrama mariano AM a los alumnos cuando salen del Colegio) Aunque lo llamamos ordinariamente ESCUDO de la Familia concepcionista, en realidad es el Anagrama que forma parte del mismo.
Así como el ESCUDO OFICIAL propiamente dicho, no fue diseñado por M. Carmen Sallés -aunque parece que las ideas provenían de ella-, sí está claro que desde los comienzos fue ella la que quiso llevar y llevó el Anagrama AM, bien visible en el pecho, según se ve en las fotografías que de ella tenemos, como signo de identidad concepcionista. El Anagrama AM ha permanecido a lo largo del tiempo como señal identificativa de Familia concepcionista. Todos tenemos experiencia de esto: el que, en no pocas ocasiones, nos hemos reconocido no sólo en casa, sino sobre todo en la calle, o en cualquier lugar donde está una religiosa concepcionista, un alumno, ex alumno, etc. nos hemos encontrado. Por el AM nos reconocemos los que formamos esta familia. Es como nuestra “marca” de casa. Es el signo del carisma mariano, que nos identifica, pues son las iniciales del AVE MARÍA, el saludo del ángel a María en Nazaret. Ahondando en lo que puede significar un escudo, y hablando en términos generales, recojo varias acepciones. De ellas elijo tres: 1 Arma de defensa formada por una plancha de metal, madera u otro material,… 2 Insignia de una entidad o corporación. 3 Persona o cosa que sirve de resguardo De estas tres acepciones podemos extraer alguna lección:
Con frecuencia aparece el Señor como el Escudo defensor: “Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos.” (Salmo 18)
AVE MARÍA DE DESPEDIDAY junto a Dios está siempre María. ¿Quién es Ella sino nuestra mejor defensa en la lucha de la vida, que con frecuencia se nos presenta como un combate? Recordemos un texto de Apocalipsis 12,1, donde se presenta la batalla entre el bien y el mal y “apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna[1] debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”[2]. En la Tradición también se ha interpretado esta figura de la Mujer como la de María, la Madre de Jesús, la vencedora del mal, presentada ya así en Génesis 3, 15: "Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu descendencia y la suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”. Así, la Virgen María, la Inmaculada, la Siempre Virgen, la Llena de Gracia y la asunta en cuerpo y alma al Cielo, es también la Co-redentora junto con Jesucristo, ya que "Satanás y su descendencia estarán enemistados con la Mujer (María) y su descendencia (Jesucristo)".[3] En este sentido podemos decir que María es nuestra defensora, nuestro Escudo protector y así la llevamos y no pocas veces nos agarramos a Ella como lo hacemos al Anagrama AM. Podemos preguntarnos: María nos defiende ¿de qué? Todos hemos experimentado sin duda a María, la Virgen, como nuestra mejor fortaleza a lo largo del camino de la vida. A Ella acudimos en la lucha contra los males que aparecen cuando menos lo pensamos… A Ella la invocamos con el nombre de Auxiliadora Protectora, Abogada,…y así lo hacía con frecuencia M. Carmen: la nombraba y sentía como la Protectora, Intercesora, Patrona, Titular, y la Fundadora de la Congregación. Queridos alumnos: Si vais a emprender un nuevo camino al salir del colegio concepcionista, no olvidéis que lleváis la mejor defensa en María, significado en este Anagrama que se os entrega. Seguro que Ella os ayudará a ser “buenos cristianos”. Deseamos que Ella sea para vosotros/as refugio en la lucha, vuestra protectora y vuestra fortaleza cuando os toque ser testigos de nuestra fe en Cristo y defensa de los valores humano-cristianos que en el Colegio habéis aprendido. Y no olvidéis que estar cerca de María es estar cerca de Jesús en la cruz. Ella os mantendrá firmes en la lucha de la vida: es vuestro escudo protector. Recíbela dentro en tu casa, como lo recibes ahora en tu pecho, igual que hizo Juan el Apóstol en el Calvario, y acógela, como quien ampara al mismo Cristo. 2 Insignia de una entidad o corporación. El Anagrama mariano es nuestra insignia. Llevarlo es llevar el sello de familia, es decir que “he sido educado/a en un Casa de María Inmaculada”, que pertenezco a esta familia y eso me llena de santo orgullo. (Analiza los sentimientos cuando sales de aquí). M. Carmen nos quería dignas hijas de tal Madre, nos puso siempre bajo su escudo protector, bajo su bandera –decía ella- y bajo su manto. Llevar la insignia por fuera está indicando que estamos sellados con el sello de la Inmaculada, es decir que su imagen se ha ido formando en mi corazón y por donde vaya nunca “desmienta que he sido educado en su casa”. 3. Persona o cosa que sirve de resguardo Es la tercera acepción. Ya no sólo llevas a María contigo y la sientes como tu protectora, tu Madre, tu escudo,… sino que esto se ha identificado contigo y ahora estás llamado/a a serlo para las personas con las que te encuentres a lo largo del camino de la vida. Ser defensor sobre todo de los débiles, los pobres, los más necesitados. No lo olvides: ahora también estás llamado/a ser tú ahora ese escudo defensor. (Al recibir el escudo: N…. Que tu vida no desmienta que has sido educado/a en una Casa de María Inmaculada. Parafraseando el Ave María quiero ahora rezar contigo y para ti el DIOS TE SALVE MARÍA Es el primer saludo que sale de nuestro corazón y de nuestros labios. Lo hemos repetido cientos, miles de veces en esta Casa. Nos lo enseñaron nuestros padres, y nuestros maestros al llegar al Colegio. En este día de despedida te volvemos a saludar: DIOS TE SALVE, MARÍA LLENA ERES DE GRACIA La Gracia es la Belleza de Dios, es el baño de Dios a sus hijos; a Ti te llenó y también a mí; también hemos ido descubriendo a lo largo de estos meses y años lo que es el amor de Dios. EL SEÑOR ESTA CONTIGO Él siempre fue tu compañero inseparable. Y Tú no le dejaste nunca. Yo no puedo decir lo mismo de mí... pero sé que El no me dejará, porque su amor es fiel y no me abandonará. BENDITA ENTRE LAS MUJERES: Ser bendita es ser bendecida con toda clase de gracias y por eso eres feliz. Yo a veces experimento la bendición de Dios y otras no, pero sé que El me ha bendecido y ¡Mucho!, dándome una familia donde me enseñaron a ama | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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